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El otro radical en el universo X-Men

Actualizado: 22 nov 2021

Un enfoque ontológico y fenomenológico


Por Luz Ascárate [1]

Hermes - Grupo de Investigación de Filosofía Contemporánea (CEF / PUCP, Perú)

Ilustración de Brent Anderson. Incluye los X-Men de 1963 y de 1975

Antes de comenzar mi planteamiento filosófico, diré unas palabras sobre el propio universo X- Men. El universo X-Men apareció en 1963, creado por Jack Kirby y Stan Lee, y publicado por Marvel Comics. Este universo está formado por humanos y mutantes. El mutante es alguien que ha tenido una mutación genética y, por lo tanto, tiene superpoderes. De hecho, esta idea se inspiró en la Doom Patrol, un cómic de DC [2] sobre un grupo de extraños superhéroes. Como ellos, los mutantes son marginados y no todos son poderosos, algunos de sus poderes son simplemente raros.


De todos modos, como nos muestran los libros, las series de televisión, las películas y los videojuegos sobre esta historia, hay una cierta intensidad que este universo nos sigue transmitiendo, más de medio siglo después de su creación. Mi hipótesis es que lo que nos transmite esta serie es una verdad metafísica que recorre nuestra constitución humana y a la que nos acercamos con la expresión “otro radical”.


Este humilde comentario se dividirá en tres partes. En primer lugar, desde un nivel político-social, el otro será, correlativamente, el mutante para el ser humano, y el ser humano para el mutante. Este primer nivel será problematizado para dar lugar a un nivel de análisis fenomenológico, ya que cada individuo, mutante o no, reconoce en sí mismo rasgos del grupo antagonista. Esta alteridad fenomenológica que vive en el corazón de cada individuo puede descontrolarse, como el Fénix que invade a Jean Grey [3]. La alteridad como descontrol, tema tratado en el psicoanálisis de Freud o en la psicopatología fenomenológica de Minkowski, puede entenderse como el fondo cósmico del que emerge toda subjetividad. En este punto, la categoría del otro fenomenológico pasará a comprenderse en un nivel ontológico. El otro no será simplemente el mutante, sino una categoría ontológica transversal que permite la constitución de toda subjetividad y refleja el conflicto originario entre una fuerza unificadora cosmológica y una fuerza divisoria antropológica.


1. Nivel sociopolítico


La noción de “otro” aparece, desde un nivel muy explícito, en un ámbito sociopolítico. Humanos y mutantes cohabitan el mismo espacio social, pero surgen muchas tensiones cuando los humanos se dan cuenta de la existencia de los mutantes. Los humanos temen que el excesivo poder de los mutantes provoque la extinción de la humanidad. Algunas organizaciones aparecen con el objetivo de transformar a los mutantes, haciéndolos normales. Otras prefieren encerrarlos. Las fuerzas represivas del Estado están aquí dispuestas a guiar a los peligrosos mutantes hacia la normalidad. La tecnología aparece aquí como una especie de superpoder institucional humano, que también puede perder el control, como podemos ver en la serie Centinelas de X-Men, en la que una especie de enormes robots están programados para identificar y matar mutantes.

En el bando de los mutantes, una parte, representada por Magneto, sintiéndose otra en una sociedad represiva, busca dominar a los humanos. Creen que “su alteridad” es en realidad un signo de la evolución de la vida. Pero también hay una reacción de resentimiento ante la represión institucional humana. Otra parte de los mutantes, representada por los X-Men, ayuda a las fuerzas represivas que tratan de calmar todos los excesos en el espacio sociopolítico. Es esta visión del “otro” como parte de uno mismo la que constituye la visión del Profesor X y sus seguidores. Es esta visión compleja y constitutiva del otro la que supera el ámbito puramente social o político, que se erige desde una perspectiva externa, y permite radicalizar la noción del “otro” en un plano fenomenológico.


2. Nivel fenomenológico


Los X-Men tratan de proteger a los habitantes de la Tierra, humanos y mutantes, de la injusticia y la violencia. En ese sentido, la historia de los X-Men es una historia de superhéroes. Pero esto es posible porque reconocen en sí mismos rasgos humanos y mutantes, rasgos que les hacen sentirse parte de una misma humanidad, concepción que es defendida por el Profesor X. Desde un punto de vista fenomenológico (en esto sigo de cerca las reflexiones de Edmund Husserl publicadas en sus Meditaciones cartesianas [4]), el otro es constitutivo de uno mismo, a un nivel tan elemental que incluso en los estratos pasivos de nuestra experiencia encontramos la alteridad. Pero también, en el nivel descriptivo, el otro aparece como la diferenciación entre alguien que percibe y alguien que describe la percepción.


Una perspectiva radical no ve entonces al “otro” como lo que sólo se manifiesta en los sujetos psicofísicos, sino como parte de lo que constituye el yo. Esta perspectiva fenomenológica permite establecer una alteridad anónima que habita en cada individuo y que puede salirse de control. El Profesor X y su instituto pretenden enseñar a controlar los propios poderes, a humanizar la desmesura que nos habita.


Más que en otras series de superhéroes, aquí cada superpoder también representa un gran daño cuando se descontrola. por ejemplo, Rogue puede llegar a aniquilar totalmente a quien toca si lo hace durante demasiado tiempo. Sin embargo, ella posee también la capacidad de controlar este poder, algo que le resulta muy difícil, pero que consigue cuando, por ejemplo, puede besar a Gambito. Otro ejemplo es el de Wolverine, quien también posee un superpoder que representa un daño, en este caso, para su propio cuerpo.


Pero el gran ejemplo sobre este poder desmesurado es el caso del fénix. Lo que nos enseña el fénix que invade a Jean Grey, la alumna modelo del Profesor X, es, en este sentido, que hay una parte de todos nosotros que no controlamos. La práctica del psicoanálisis de Sigmund Freud se basa en esta parte pulsional, en la que podemos penetrar a través del análisis, y en esto se acerca al análisis de la pasividad de Edmund Husserl. Parece, sin embargo, que el problema de la psique, ya sea desde el punto de vista fenomenológico o psicoanalítico, acaba encerrando al otro radical en la interioridad. Pero los actos del fénix no tienen simplemente repercusiones internas, sino que son, como nos muestran las imágenes de los cómics, las series de animación o las películas, actos de consecuencias cósmicas. El descontrol del fénix va más allá de la persona de Jean Grey y tiene lugar en una dimensión profunda en la que su interioridad está ligada al todo lo que le rodea, a todo el universo, y por eso es tan poderosa.



3. Nivel cósmico

Esto nos lleva a pensar en el gran otro de Maurice Merleau-Ponty [5]. “El gran otro” no es simplemente una persona o una parte de nosotros, sino el mundo en su conjunto. Precisamente para Eugène Minkowski [6], nuestra constitución, lo que nos hace humanos, puede entenderse como originada en un conflicto antropocósmico. La categoría del “otro radical” adquiere aquí un nivel ontológico. “El otro” no es tan solo el mutante o lo mutante en un ser humano, sino una categoría ontológica transversal que constituye la vida, si por ello entendemos el dinamismo de todo lo que existe. El otro radical, tal como lo encontramos en X-Men, desvelaría, pues, una verdad metafísica, una verdad fundamental: el hecho de que toda subjetividad surge de un conflicto originario entre una fuerza unificadora o cosmológica y una fuerza antropológica o divisoria. Minkowski distingue con razón entre el hombre y lo humano. Comprendemos esto como el hecho de que somos hombres/mujeres/no binarios, cuando vivimos en el descontrol, en la irreflexión, en la desmesura, en la masa cósmica en la que somos pulsiones y deseos, somos “humanos” cuando reflexionamos sobre nuestra diferencia, nuestra alteridad y superamos al hombre/mujer/no binario que hay en cada uno de nosotros. Así pues, ser mutante es habitar la desmesura que pervive en nuestro ser hombre/mujer/no binario. Ser un X-Men es ir más allá de ser un simple mutante, hombre/mujer/no binario, ser X-Men significa despertar al conflicto dinámico que nos habita. Son el arte y la ética, cree Minkowski, los que nos permiten llegar a lo humano. Esta parece ser la enseñanza que nos deja el Profesor X cuando, en el primer episodio del cómic de 1963, Xavier explica que llama “X-Men” a los alumnos de su instituto porque poseen un poder extra que les permite ir más allá de ellos mismos. Este poder extra no es, creemos, una capacidad psicofísica, sino la posibilidad trascendental del autocontrol.


[1] Luz Ascárate es doctora en filosofía y ciencias sociales por la Pontificia Universidad Católica del Perú y por l'École des hautes études en sciences sociales (Paris). Actualmente reside en Francia en donde es docente de filosofía a nivel escolar y universitario.

[2] Compañía contrincante de Marvel en el mercado de cómics.

[3] Una de las mutantes más poderosas en X-Men. Ver la sección 2.

[4] Trad. de Mario A. Presas. Madrid: Ediciones Paulinas, 1979.

[5] Le problème de la parole. Cours au collège de France, notes, 1953-1954, Genève, MetisPresses, 2020.

[6] Vers une cosmologie. Fragments philosophiques, Paris: Aubier, 1930



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